Título original: Wonder
Autora: R.J. Palacio
Páginas: 416
Editorial: Nube de tinta
“Todo el mundo debería recibir una ovación del público puesto en pie al menos una vez en su vida, porque todos vencemos al mundo.”
Su cara lo hace distinto y él sólo quiere ser uno más. Camina siempre mirando al suelo, la cabeza gacha y el flequillo tratando en vano esconder su rostro, pero aun así, es objeto de miradas furtivas, susurros ahogados y codazos de asombro. August sale poco, su vida transcurre entre las acogedoras paredes de su casa, entre la compañía de su familia, su perra Daisy y las increíbles historias de La guerra de las Galaxias. Este año todo va a cambiar, porque este año va a ir, por primera vez, a la escuela. Allí aprenderá la lección más importante de su vida, la que no se enseña en las aulas ni en los libros de texto: crecer en la adversidad, aceptarse tal y como es, sonreír a los días grises y saber que, al final, siempre encontrará una mano amiga.
A principios de del año pasado me encontré de frente con este libro. No soy muy de dejarme guiar por las portadas de los libros pero, esta vez, reconozco que me dejé llevar por el impacto que me causó la cubierta de La lección de August. No lo dudé y lo compré.
La lección de August es la primera novela de la autora neoyorquina R.J. Palacio, que nos presenta el mundo de uno niño a quien la vida le ha complicado las cosas, con una prosa sencilla, humilde y de fácil lectura.
August Pullman, Auggie para todos aquellos que le queremos, es un niño de diez años. La vida no se lo ha puesto fácil. Auggie padece el síndrome de Treacher Collins, una enfermedad que le provoca una deformidad en su rostro.
August tiene diez años y sabe que no es como los demás niños. Nunca ha ido al colegio, pero ha llegado el momento de hacerlo, el momento de enfrentarse al mundo y a la sociedad, el momento de empezar a vivir en el mundo real. August nunca se ha relacionado con nadie que no sea su familia o su perra Daisy pero, ahora, le ha tocado salir a la calle y conocer gente.
Auggie sabe que no todo el mundo es capaz de mirarle sin ver más allá de su cara. Sabe que muchos se apartaran de su lado. Sabe que los más pequeños se asustan de su rostro. Sabe que los niños de su edad son crueles y no todos sabrán aceptarlo tal y como es, así que le tocará salir a la calle y hacerles ver que es un chico normal, un chico de diez años que lo único que quiere es tener amigos y ser feliz.
El lector construye el mundo de August a partir de distintos puntos de vista. Podemos ver como se siente August durante su proceso de adaptación al mundo real, pero, también, como lo vive la gente que lo rodea: sus padres, su hermana Olivia, sus compañeros de clase y toda la gente que conoce a Auggie. Cada capítulo del libro pertenece a un punto de vista distinto. La fragmentación de la prosa ayuda al lector a entender y valorar lo que vive August y los que le rodean.
¿Qué es la belleza? ¿Tan difícil es romper las barreras de lo físico? ¿Por qué nos es difícil aceptar aquello que es distinto? ¿Por qué complicar la vida de los demás cuando la de uno mismo ya es difícil de controlar? Preguntas que te acechan a lo largo de la lectura. Preguntas que Auggie hará que aparezcan en tu mente. Preguntas que te harán pensar en si realmente somos tan buenos como creemos ser.
Una novela que no deja indiferente. Una novela emotiva con algunos toques de humor. Una novela llena de emociones. Una novela que te hará llorar, te hará reír e incluso te hará enfadar. Una novela de amistad, amor, tolerancia y superación, dónde los valores humanos reclaman su protagonismo. Una novela que deja huella.
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